4 de enero de 2015


El desafío de hacer memoria, de rescatar cada recuerdo personal y preservarlo con un legado personal y único no solo nos hace sentir especiales y protagonistas de nuestra propia película. Más importante aún: estimula y rejuvenece nuestro cerebro y preserva la historia y riqueza familiar. Este ejercicio aún es más saludable para un enfermo de Alzheimer, especialmente para los incipientes, ya que puede resultar muy enriquecedor y terapéutico.


Por desgracia, he vivido el Alzheimer de cerca. Es fácil. Según las estadísticas, cada año se diagnostican 40.000 nuevos casos en España. Mi abuela paterna murió precisamente a causa de esta demencia. Aún y siendo bastante pequeña, recuerdo perfectamente cómo se vivió en casa la evolución de esta enfermedad degenerativa, especialmente desde el punto de vista de los cuidadores. Tristeza, impotencia, angustias, estrés, tensiones...

La detección precoz de este tipo de patologías también permite disfrutar durante mucho tiempo de las personas afectadas. Juegan un papel primordial actividades de estimulación cognitiva y otras, como los talleres de memorias y psicoestimulación, la musicoterapia o la terapia con animales que ofrece entidades como la Asociación de Familiares de Alzheimer del Maresme a través de su Centro de Día Terapéutico, en Mataró.



Como también la elaboración de biografías que repasen toda una vida, Memorias centradas en etapas o momentos especiales, Recopilar las recetas familiares más exquisitas o, ¿por qué no?, los Cuentos e Historias de antes de ir a dormir. Hay infinidad de vivencias y recuerdos que vale la pena salvaguardar. Como decía Gabriel García Márquez:


“la vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla”




 
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